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Cubano o afrocubano: una reflexión en torno al término

Mercedes Cuesta Dublín, Universidad de Oriente

La búsqueda de identidad que particulariza la realidad global actual, encuentra en los países latinoamericanos y caribeños matices controversiales. Todos estos territorios comparten, junto a un pasado común marcado por el descubrimiento, la conquista y la colonización, el lastre de la esclavitud: fenómeno tan antiguo como la humanidad misma, que tiñe su piel de negro gracias al comercio triangular Atlántico Europa-África-América.

En las colonias americanas, las élites gobernantes apelaron a disímiles estrategias y explicaciones para justificar su aparente superioridad y el sometimiento a la población esclavizada, africana en un primer momento,  y posteriormente a sus descendientes. En el caso específico de Cuba, los blancos nacidos en la isla intentaron monopolizar la condición de criollos, vista esta como una categoría social, económica y política. A aquellos que también habían nacido en el país,  pero de origen africano, los distinguieron llamándolos afrodescendientes: identidad racial que la clase dominante empleó con frecuencia para referirse a los criollos negros con el objetivo de acentuar las diferencias jerárquicas entre estos y los descendientes de españoles dentro de la sociedad colonial cubana. Gentilicio social, según palabras de Zuleica Romay para perpetuar el estatus de inferioridad. Identificar como “afro” sirvió  para destacar ciertas prácticas distintivas del aspecto salvaje y bárbaro atribuido a los africanos y sus descendientes, todos miembros de una clase inferior plagada de marginalidad y conductas delictivas, además de lujuria, corrupción sexual, prostitución, vagancia, holgazanería, brujería, ñañiguismo entre otras expresiones de sus cosmogonías y sistemas de creencias tergiversados por la cultura hegemónica eurocentrista. Así, afrocubano representó  la mala vida. Causa por la cual los propios negros se opusieron a su uso en diferentes momentos de la historia. Afro también actúa como reiteración semántica para acentuar el carácter folklórico de algunas prácticas tradicionales de marcado exotismo.

El término, ampliamente difundido en la actualidad en espacios académicos, espirituales y artísticos y por los movimientos de activismo social formó parte del discurso intelectual cubano desde inicios del siglo XX e incluso antes. Bajo la influencia del racismo científico de la época, Fernando Ortiz se refirió en sus primeras obras a las prácticas primitivas y marginadas de brujería y a los aspectos delincuenciales aparentemente innatos de la personalidad afrocubana en Los negros brujos y el Hampa afrocubana respectivamente. Años más tarde, vuelve sobre esta palabra pero con un sentido más desprejuiciado haciendo un llamado de atención sobre los valores de la cultura de origen africana, de su importancia en la historia y en la formación de algunas de las características de Cuba como nación. Gustavo Urrutia en sus Charlas radiofónicas señaló la necesidad de que los afrocubanos conozcan “los valores religiosos, morales y artísticos  de sus abuelos negros” para que no sigan siendo abochornados ni coaccionados  con “supuestas herencias de inferioridad.” Hasta aquí vemos el empleo de ambos términos: afrodescendiente o afrocubano por una intelectualidad republicana y progresista urgida de reconocer el justo valor de la rama negra de nuestra nacionalidad. Enfatizando en lo afro como manera de destacar la relevancia de esa herencia racial en la constitución de Cuba como nación. El discurso internacional sobre racismo y discriminación racial  asume afrodescendiente tras la III Conferencia Mundial contra el Racismo  de Durban, 2001 para reconocer a los descendientes de africanos traídos a América durante la época colonial.

En nuestro país afrocubano (a) es la categoría de identificación con las culturas africanas, también lo usan activistas dentro y fuera de Cuba mayormente Desde una visión distorsionada en sí misma, porque como dijera Eduardo Torres Cuevas “apelar a los orígenes puede ser una negación de quienes somos hoy,”[1] estos movimientos de activismo afrodescendiente[2] en su afán de combatir todo tipo de discriminación anteponen el origen étnico al origen nacional, asumiendo una palabra usada para ratificar nuestra condición como “parte de esa otredad construida con intencionalidad y alevosía por las eficaces herramientas de poder.”[3]

Considerar las prácticas culturales que nos emparentan con lo africano como afrocubanas plantea interrogantes y no pocos desacuerdos si se analiza su pertinencia para las condiciones particulares de formación de la nacionalidad cubana. En contraposición a una historia de desarraigo que continúa dominando en los pueblos descendientes de esclavos que aún se consideran diáspora africana en las Américas.

En la formación del etnos-nación cubano el componente africano, junto a lo hispano, actúa como elemento determinante. Considérese también el papel de las guerras contra el colonialismo español como catalizador en la construcción de la identidad nacional. Sin obviar manifestaciones de racismo y su incidencia en el éxito de la contienda independentista, la lucha por Cuba libre actúo como factor de integración sicológica en el campo de batalla donde negros y blancos derramaron su sangre por una causa común, ascendiendo en reconocimiento y jerarquía militar con independencia del color de su piel.

Vale acotar que la conservación cultural encontró no pocos escollos con el traslado involuntario de africanos al mal llamado Nuevo Mundo. En primer lugar, los individuos originarios del continente negro debieron conocer y adaptarse al nuevo medio natural, social y cultural. Adaptación que suponía cambios fonéticos a sus lenguas originales, convivencia forzada con sus enemigos pues al llegar a territorio colonial, ipso facto los africanos integraban un grupo sociorracial homogéneo por la voluntad de sus amos que no tomaban en cuenta la diversidad de tribus, subtribus y clanes de más de 46 denominaciones[4] de procedencias geográficas, étnicas y culturales muchas veces en pugna; la asimilación y aprendizaje de otro idioma y el regirse en lo adelante por marcos morales, religiosos y legales totalmente ajenos a sus sistemas de organización tribal. Con el tiempo, la descendencia nacida en suelo cubano fue sustituyendo a los negros importados hasta su desaparición total. La herencia africana pervivió gracias a la tradición oral, obligada a mezclarse con formas culturales autóctonas u otras traídas por los colonizadores. Fuera de su escenario natural, la práctica de ritos como la santería puede que mantuviera los rasgos de mayor valor raigal originarios pero no pudo continuar usando las mismas yerbas que en África o se combinaron con elementos de la cultura impuesta, las condiciones de hacinamiento en que vivían, el régimen de trabajo llevaron a variaciones en la concepción litúrgica de muchos procedimientos constitutivos de los sistemas mágico-religiosos de elementos germinales en África pero forzados a reformularse en el nuevo contexto. De igual modo, el complejo sincretismo de orishas con santos y vírgenes católicos devolvió un panteón enriquecido por  la fusión, interpenetración y asimilación de elementos culturales de dos tradiciones diferentes; la hispano y la africano de lo que resultó una expresión nueva y singular, aunque deudora de ambas: pero ya con identidad única, cubana.

En la actualidad se experimenta un reposicionamiento del tema racial en el debate académico cubano, lo afrocubano que acompañó el ritmo de la música afrocubana, la cadencia de las danzas afrocubanas, el gusto de la cocina afrocubana perdieron el prefijo “afro” a fuerza de sangre y sudor ofrecidos por los descendientes de africanos en las guerras de independencia, frente a los imperativos de la república por ganar su condición de ciudadanos, para “dejar de ser prolongación de un etnos pretérito para autentificarse  como cubanos y cubanos negros”[5].

[1] Astrid Barnet: “Tengo el sueño y la esperanza de que dentro de muy poco tendremos en Cuba un pensamiento nuevo, fuerte y crítico”. Entrevista a Eduardo Torres Cuevas. La jiribilla. Año X, 7 al 13 de enero de 2012

[2] Pueden citarse en este caso los blogs Negra cubana tenía que ser y Afroféminas

[3] Zuleica Romay Guerra: Conferencia De afrocubanos a cubanos negros. Africanidad y color de la piel en el imaginario social cubano. 18 de marzo de 2018

[4] Según estudios realizados por Fernando Ortiz y Rómulo Lachatañeré con posterioridad, esta cifra aproximada en ocasiones se refería a grupos étnicos que ni siquiera eran coincidentes.  Zoe Cremé Ramos: Pesquisaje sobre la procedencia de los esclavos en la jurisdicción de Cuba entre 1792-1838

[5] Zuleica Romay Guerra: ídem

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